De parques, canciones y santos: la historia de dos ciudades hermanas

Un post de: Patricia Ávila
Parque Yamaguchi en Pamplona.

En un mundo lleno de mapas y fronteras, hay historias que desafían las distancias, que saltan océanos y unen ciudades que, a primera vista, no podrían ser más distintas. Pamplona y Yamaguchi son dos puntos remotos, separados por más de 10.000 kilómetros, que parecen vivir en mundos opuestos. Una es la cuna de Sanfermines, con su explosión de vida, música y color; la otra, un remanso japonés donde los jardines zen y los templos budistas invitan al silencio. Sin embargo, estas dos ciudades están muy conectadas por un hilo invisible.

Todo comenzó en 1506, cuando Francisco de Jasso y Azpilicueta nació en el castillo de Javier, a pocos kilómetros de Pamplona. Nadie imaginó entonces que aquel joven navarro, inquieto y ambicioso, dejaría su tierra para emprender uno de los viajes más extraordinarios de la historia. Como misionero jesuita, Francisco Javier llegó a Japón en 1549, después de cruzar el océano Índico, enfrentarse a tormentas y aprender lenguas desconocidas.

Cuando desembarcó en Japón, Francisco no era solo un hombre con una misión religiosa. Era un puente humano, alguien que intentaba comprender una cultura radicalmente diferente a la suya. Aprendió japonés, se vistió como los locales y caminó hasta Yamaguchi, donde fue recibido por líderes que lo escucharon con curiosidad y cautela.

Allí, en Yamaguchi, Francisco Javier dejó una huella que se mantendría viva durante siglos. Aunque su estancia en Japón fue breve, su capacidad para conectar con los japoneses marcó el inicio de un intercambio cultural que, siglos después, se materializaría en el hermanamiento oficial entre Pamplona y Yamaguchi en 1980.

Ambas ciudades decidieron compartir relaciones, experiencias y conocimientos, y desde aquel momento se han celebrado encuentros periódicos, tanto institucionales como populares y continúan explorando las posibilidades de este hilo invisible que las une.

La música también ha jugado un papel inesperado para fortalecer ese vínculo. En 2022, la ciudad de Yamaguchi dedicó una placa a Amaia Romero, cantante y ex concursante de Operación Triunfo nacida en Pamplona, en reconocimiento a su canción Yamaguchi. En este tema, la artista canta sobre el parque pamplonés que lleva el nombre de la ciudad japonesa -diseñado en 1997 por dos paisajistas japoneses en honor al hermanamiento-, un homenaje poético que refuerza y actualiza esta relación de entendimiento entre ambas ciudades a través de la cultura contemporánea.

A medida que el mundo se vuelve cada vez más globalizado, historias como la de Pamplona y Yamaguchi adquieren un nuevo significado. Nos recuerdan que lo profundamente local no solo puede conectar con el mundo, sino que su valor radica precisamente en ser auténtico. Las historias, las tradiciones y los paisajes que parecen anclados a un lugar específico tienen el poder de resonar más allá de sus fronteras cuando se comparten desde su esencia. No es necesario adaptarse o cambiar para ser comprendido; al contrario, es en la preservación de lo propio donde se encuentra la riqueza que otros descubren y aprecian. Este hermanamiento es un símbolo vivo de cómo las raíces más profundas pueden extenderse hasta alcanzar lugares lejanos, creando un diálogo enriquecedor entre lo único y lo universal.

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